domingo, 20 de diciembre de 2009

LA BELLEZA Y EL VALOR DE LO EFIMERO

Ya que han comenzado las nevadas, en nuestro pueblo (y en muchos otros de cotas no excesivamente altas) ya nos estamos preguntando si este año la tendremos en el núcleo urbano o no, y la verdad es que a todos, salvo raras excepciones, nos gustaría que así fuera .
Pero ¿por que nos gusta tánto que nieve?, ya que si nos paramos a pensar, la nieve, aparte de su belleza estética, no trae mas que problemas como frío, heladas, carreteras cortadas, etc.
Pero si seguimos pensando, también tiene sus ventajas, por ejemplo nos recuerda que en circunstancias normales no afectadas por el cambio climático, la naturaleza está siguiendo su curso, y com ésta es sabia se está procurando recursos naturales para que cuando el tiempo se caliente podamos seguir disfrutando de agua, vegetación y temperaturas acorde con la estacion en la que nos encontremos.
Otra ventaja es que (y entrando en temas románticos) nos permite tomar bonitas fotografías, entablar temerarias batallas de bolas, realizar descensos acrobáticos en improvisados trineos por las mas peligrosas pendientes, y ¡como no!: hacer muñecos.
¿Quien no ha querido nunca hacer uno, con su zanahoria por nariz, sus piedras redondas o botones por ojos y coronarlo con un gorrito del que alguien se deprende altruistamente a pesar del riesgo de resfriarse y de las explicaciones que tendrá que dar en casa para justificar el prestamo a nuestro invernal personaje?.
Cuando hay ocasion, ¡que momento tan irrepetible!, a saber cuando tendremos otra oportunidad para hacer el siguiente.
Los mas pragmaticos y los de corazones frios y encallecidos pueden considerar que es una perdida de tiempo entretenerse en hacer algo que solamente va a permanecer uno o dos dias, incluso los mas puristas amantes de la estética pueden criticar alguno que no consideren lo suficientemente agraciado.
Pero ahi realmente es donde está la grandeza del arte espontaneo callejero, la improvisación, lo efímero e irrepetible de la obra, que da la autoridad al autor de pensar que al que le guste que se recree participando u observando, y al que no, que no mire, pero al creador no le quita nadie lo de muerte que se lo ha pasado. Ahí está la belleza de lo temporal, que no obliga a nadie a convivir eternamente con una creación improvisada y que permite utilizar un mismo espacio para diversas manifestaciones diferentes según las circunstancias (por ejemplo, en verano podemos edificar allí mismo un castillo de arena, mas propio y acorde con la estación).
Lo contrario es la filosofía inmovilista, la permanente la de los que quieren que su obra este ahí "secula seculorum" les guste o no a los demás, y les imponen tener que soportarla eternamente, los que prefieren lo rancio a lo fresco, lo inmovilista a lo renovador, lo de ¡ahi queda mi talento! a lo de que ¡si este año me ha quedado así, el próximo saldrá aun mejor! (y lo mas seguro es que así sea), y mientras lo improvisado y efímero va evolucionando a lo obsoleto, con el paso del tiempo y de los avances que éste trae consigo, siempre le irán saliendo pega tras pega que no serán solventables dada pa perpetuidad con que nació la obra.
Todo esto, y a modo de pequeña comparación podríamos equipararlo a las flores, ya que cada especie tiene su estación y en ella es cuando se realza su valor, cualidades e importancia.
Unos prefieren regalar, por ejemplo, una rosa de plástico que dura toda la vida, otros (término medio) un rosal que también dura bastante tiempo si tomamos la precaución de cuidarlo y regarlo convenientemente. Pero nada como regalar flores frescas recien cortadas, que si bien son mas efímeras, nos dan la oportunidad de prestarles los mayores mimos, cuidados y desvelos para que duren el mayor tiempo posible, y cuando marchitan, siempre dejan la esperanza de que quien queremos y nos quiere llame a nuestra puerta constantemente para traernos nuevas.

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